La perfecta obra de Botero
Desde que tengo uso de razón el adjetivo calificativo “gordita” ha estado asociado a mi nombre, no ha habido día en mi vida en que no haya estado a dieta, he pasado por todo, incluso por las terribles enfermedades de la bulimia y la anorexia. Afortunadamente con el paso de los años he ido madurando, ahora tengo mejor concepto de mi misma y me quiero más, también tengo la suerte de tener a mi lado a un esposo maravilloso, que no me cuenta las calorías ni me dice que tengo que correr 14 kms después de comerme un postre, pero si me anima a comer sano y respeta mis decisiones alimenticias, por ejemplo, la de no beber refrescos.
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Hace días mi hermana me envió una foto de su graduación, allí estaba yo con 15 años y unos delgadísimos brazos y un vientre muy plano, me quedé viendo la foto y exclamé que tonta!, mi esposo me preguntó qué pasaba y le mostré la foto, sorprendido exclamó ¿esa eres tú?, y le dije si, en esa época creía que estaba super gorda y sufría desórdenes alimenticios. Todos me decían lo muy gorda que estaba, excepto una persona que debía pensar como ahora que veo la foto que el mundo estaba loco, y un día decidió llamarme “la perfecta obra de Botero”. Lo triste de todo esto es que hasta el día que vi la foto ahora con unos 30 kilos más, no me di cuenta de que Germán lo decía con ironía, en mi mente solo quedó registrado el ataque de risa que la descripción arrancaba en mi hermana y sus amigas, además del resto de mi familia y amigos que con sus comentarios me hacían sentir que en realidad era como uno de esos cuadros o esculturas.
Quince años después, ya no tengo aquella cintura de 58 cms, conservo mis curvas y una bonita figura femenina. Treinta kilos después, puedo decir que aún no soy la perfecta obra de Botero, tampoco es mi objetivo serlo, pero si una mujer consciente de su cuerpo, que come sano, se cuida, hace ejercicio a diario y está orgullosa de ser una vera donna.
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